En medio de las bulliciosas calles de Nueva York, dos antiguos amantes, Jennifer y Thomas, se reencuentran inesperadamente tras una década de silencio y distancia. Mientras navegan por sus nuevas realidades, la vieja chispa comienza a encenderse, desafiándolos a abrazar su pasado y reconsiderar su futuro.
Jennifer giró en la esquina hacia la Avenida Madison, con el corazón a mil al reconocer la figura familiar. Thomas, con su encanto juvenil, estaba ahí, tan sorprendido de verla como ella de encontrarse con él. Sus miradas se cruzaron y una ráfaga de recuerdos volvió de golpe: risas, lágrimas, promesas hechas y rotas. Pero esa mirada compartida también reveló una década de crecimiento, cambios y sabiduría adquirida.
Decidieron ponerse al día con una taza de café. El café era pequeño, íntimo, impregnado del aroma de granos recién molidos. Era el lugar perfecto para reconectar, para compartir sus historias, sus triunfos y sus fracasos. Thomas se había convertido en un arquitecto de renombre, diseñando rascacielos que rozaban los cielos.
Jennifer, por su parte, era una autora exitosa, escribiendo relatos que tocaban el alma. Sus logros eran un testimonio de su tenacidad, resiliencia e individualidad. A medida que conversaban, la afectividad entre ellos comenzó a resurgir, un fuego que había sido reducido a brasas a lo largo de los años, ahora volviendo a encenderse. Se encontraron riendo de viejos chistes, recordando aventuras compartidas e incluso hablando de sus sueños, como en los viejos tiempos.
Sin embargo, los años separados también habían traído diferencias, nuevas perspectivas que cada uno había desarrollado. Jennifer se había vuelto más introspectiva, mientras que Thomas se había vuelto más extrovertido. Estos cambios, sin embargo, no causaron conflictos. Por el contrario, se sintieron intrigados, atraídos el uno hacia el otro, esta vez no por una infatuación juvenil, sino por una comprensión y respeto profundizados.
Al despedirse, acordaron mantenerse en contacto, explorar esta nueva conexión. Su adiós no fue solemne, sino esperanzador, lleno de promesas y anticipación. Al día siguiente, Thomas encontró una nota en su buzón. Era de Jennifer, un mensaje corto que decía: 'Hasta que nos volvamos a ver, mantén viva la llama.'
La chispa se había reavivado, pero lo que el futuro les deparaba aún era incierto.
La única certeza era que ahora tenían la oportunidad de sanar viejas heridas, celebrar su crecimiento y, quizás, reavivar un amor que el tiempo no había logrado extinguir.