
En el corazón de París, dos almas se encuentran, sus destinos entrelazados por el destino y una pasión compartida por la música. A medida que el reloj avanza hacia su inevitable despedida, prometen que sus últimos días juntos serán una exquisita sinfonía de amor.
La primera vez que Amelie vio a Alexandre, él estaba tocando en las orillas del Sena. Su violín lloraba una melodía melancólica, cada nota resonando en el cielo crepuscular. Cautivada, Amelie se acercó, la música tirando de las cuerdas de su corazón. Alexandre la notó antes de su última nota.
Sus ojos reflejaban el brillo del río, llevando una profundidad que lo mantenía cautivo. Después de su actuación, se acercó a ella, su violín abrazado como a un amante querido. La conversación fluyó como una suave melodía, su pasión compartida por la música convirtiéndose en el ritmo de su conexión incipiente. Los días se convirtieron en semanas mientras compartían momentos robados bajo el cielo parisino.
Las melodías de Alexandre daban vida a su historia de amor, mientras la voz de Amelie armonizaba, sus corazones meciéndose al mismo compás. Su pasión compartida por la música se convirtió en un hilo invisible, atándolos en una serenata de votos silenciosos. Una tarde, mientras el sol se ocultaba tras el Sena, Amelie reveló su secreto. Su familia se mudaba a América, y no tenía más opción que seguirlos.
El violín de Alexandre permaneció en silencio esa noche, su mundo resonando con las notas sombrías de su inminente despedida. En los días siguientes, sus momentos robados se volvieron más preciosos. Componían una sinfonía de despedida, una pieza que capturaba la esencia de su amor—la encarnación de sus risas, sus susurros, sus lágrimas. Sus corazones danzaban al ritmo de su creación, cada nota un testimonio de su efímera romance.
En la víspera de la partida de Amelie, interpretaron su sinfonía bajo la Torre Eiffel. Su música pintaba la noche, una melodía conmovedora resonando a través de la ciudad del amor. Mientras Alexandre tocaba su violín, Amelie cantaba, su actuación armoniosa una hermosa y desgarradora balada de despedida. Cuando la última nota se desvaneció en la noche, Alexandre colocó suavemente un beso en la frente de Amelie, una promesa silenciosa grabada en el aire entre ellos.
Su historia de amor no fue un gran espectáculo, sino una melodía suave, una sinfonía compuesta en la clave del amor y tocada en el corazón de París. Se despidieron al amanecer siguiente, su adiós permaneciendo en el aire silencioso. Sin embargo, la música que crearon reverberaba en sus corazones, un recordatorio constante del amor que compartieron. Su sinfonía se convirtió en su consuelo, un recuerdo grabado en las notas de sus corazones.
Amelie partió hacia América, llevando dentro de ella su sinfonía compartida. Alexandre se quedó, su violín resonando con su historia de amor a lo largo del Sena. Su amor, como su música, demostró ser atemporal, trascendiendo las fronteras de la distancia y el tiempo. Su historia no terminó en París.
En cambio, continuó en la melodía que crearon, la sinfonía que compartieron. El ritmo de su amor resonaba dentro de ellos, una hermosa composición que siempre resonaría en las cámaras de sus corazones.