En la luna terraformada, Europa, el colonizador Kael Jenkins lidia con las consecuencias imprevistas de alterar el orden celestial. A medida que la superficie helada de la luna comienza a descongelarse y volver a congelarse de manera impredecible, amenazando su frágil ecosistema, Kael debe confrontar su propio papel en la inminente catástrofe.
Kael Jenkins observó cómo los glaciares una vez estables de Europa comenzaban a desmoronarse, la superficie helada de la luna descongelándose y volviéndose a congelar rápidamente en ciclos erráticos. Los patrones de escarcha y descongelación, que antes eran predecibles, ya no existían. Había sido uno de los primeros colonos en Europa, el científico pionero que había encabezado el proceso de terraformación. Había manipulado el clima de la luna, transformándola en un paraíso helado adecuado para la vida humana.
Su sueño, su utopía, colapsando literalmente ante sus ojos. Las noticias del cuadrante Gamma eran desalentadoras. Las rápidas fluctuaciones climáticas habían interrumpido su suministro de alimentos, obligándolos a racionar. La moral de los colonos estaba disminuyendo, su fe en el proyecto de terraformación se erosionaba como el hielo bajo sus pies.
Recordaba la emoción cuando llegaron por primera vez. La promesa de un nuevo comienzo, un nuevo inicio en una luna lejana. Se habían maravillado de su nuevo hogar, de su poder para doblar el universo a su voluntad. Todo parecía tan perfecto entonces.
Ahora, la dura realidad se estaba instalando. Kael echó un último vistazo a los glaciares y regresó a su laboratorio. La culpa era abrumadora, pero tenía que dejarla de lado. Tenía que encontrar una solución.
Pasó horas revisando datos, simulaciones y viejos planos de terraformación. La respuesta estaba allí, en algún lugar. Su avance llegó en forma de un informe olvidado que insinuaba un compuesto inestable que habían utilizado al principio del proceso de terraformación. Si podía estabilizar el compuesto, podría estabilizar el clima.
La tarea era desalentadora, pero no tenía otra opción. Al final, no era la gloria del descubrimiento ni la emoción de un nuevo mundo lo que impulsaba a Kael, sino la responsabilidad que sentía por sus compañeros colonos. Los había llevado a esta incertidumbre helada, y los guiaría fuera de ella. Si su plan funcionaría, solo el tiempo lo diría.