
Las inversiones en Medioambiente, Sociedad y Gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés) están enfrentando desafíos en los mercados financieros, a pesar de que los gobiernos e instituciones siguen impulsando iniciativas de finanzas sostenibles. Un análisis reciente del mercado muestra que las acciones ESG están teniendo un rendimiento inferior en comparación con las inversiones tradicionales, mientras que, al mismo tiempo, importantes desarrollos políticos están redefiniendo cómo las naciones abordan las finanzas climáticas y los mercados de carbono.
La brecha de rendimiento entre las inversiones ESG y las acciones convencionales se ha vuelto cada vez más evidente, con las acciones ESG mostrando retornos notablemente más débiles en comparación con el mercado en general. Según datos recientes, el índice Kiplinger ESG 20 ha tenido un rendimiento consistentemente inferior al del S&P 500 [1], lo que plantea interrogantes sobre la viabilidad financiera de estrategias de inversión enfocadas exclusivamente en ESG.
En Europa, los responsables políticos están trabajando para adaptar su enfoque de financiación climática, con los ministros de medio ambiente de la UE considerando un papel ampliado para los créditos de carbono respaldados por la ONU. Este desarrollo forma parte de las negociaciones para asegurar el acuerdo de objetivo climático de la UE para 2040, ofreciendo potencialmente más flexibilidad en cómo los países cumplen sus metas de reducción de emisiones [2].
En el ámbito de la cooperación internacional, están surgiendo desarrollos prometedores en las asociaciones de financiación sostenible. India, reconocida por tener "la infraestructura digital pública más completa del mundo", está explorando oportunidades de colaboración con Dinamarca en financiación sostenible y pagos transfronterizos [3], demostrando cómo el avance tecnológico puede apoyar las iniciativas de financiación verde.
El panorama en evolución de la financiación climática también está planteando nuevas consideraciones legales. Los desarrollos recientes sugieren que los proveedores de datos de riesgo climático podrían enfrentar un mayor escrutinio y posibles desafíos legales sobre cómo sus evaluaciones impactan en los valores de las propiedades y las decisiones de inversión [4], destacando la compleja relación entre los datos climáticos y los mercados financieros.
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