En un movimiento controvertido que ha generado fuertes críticas por parte de científicos del clima y expertos ambientales, la Agencia de Protección Ambiental está intentando desafiar la comprensión ampliamente aceptada de que los gases de efecto invernadero representan un peligro para la salud y el bienestar humano. Este esfuerzo por revertir el "hallazgo de peligro", que ha sido la base legal para regular las emisiones de gases de efecto invernadero en Estados Unidos, representa un posible retroceso significativo para la política climática [1].
La última propuesta de la EPA busca cambiar de manera fundamental la regulación de los gases de efecto invernadero, argumentando que el dióxido de carbono y otros gases de este tipo no representan una amenaza para la salud pública [2]. Esta medida eliminaría efectivamente todas las regulaciones sobre emisiones de gases de efecto invernadero, marcando un giro dramático en la política ambiental de EE. UU.
Los científicos han disputado con firmeza esta posición, y muchos sostienen que los nuevos informes climáticos del gobierno tergiversan su investigación. Según varios científicos, los recientes informes del Departamento de Energía "describen de manera fundamentalmente errónea" la investigación climática y omiten un contexto crucial [3].
El momento de este cambio de política se da mientras los impactos climáticos se vuelven cada vez más evidentes en todo el mundo. Los bosques de la Unión Europea, que históricamente han funcionado como sumideros de carbono cruciales, absorbiendo aproximadamente el 10% de las emisiones generadas por el hombre en el continente entre 1990 y 2022, están mostrando signos de declive [4].
Mientras tanto, la cooperación internacional en acciones climáticas enfrenta sus propios desafíos. La Unión Europea está lidiando con decisiones estratégicas respecto al creciente dominio de China en la tecnología verde, lo que pone de manifiesto la compleja interacción entre la política climática y las relaciones internacionales [5].
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